¿Por qué Edith Stein?
A decir verdad, varios nombres aparecieron como posibles a la hora de pensar esta advocación laica: Hannah Arendt, Simone Weil, María Zambrano, Edith Stein. Que la denominación de un centro contemporáneo y novedoso de estudios en humanidades había de recaer en una mujer era casi una imposición, una evidencia provocada por el hecho de que los maîtres à penser de nuestro siglo atribulado, que resguardaron la humanitas de un modo radical, optimista en el fondo de la cuestión aunque lúcido al no hacer concesiones al sentimentalismo ni rehuir el examen descarnado del mal, desgarrado por las atrocidades de los tiempos pero confiado en el renacimiento de las mejores capacidades de estas extrañas criaturas que somos, esos maîtres fueron más bien maîtresses , es decir, mujeres en su mayoría. Y no se pretende dar una razón trivial para ello, fundada en la reserva biológica de la vida que toda mujer contiene y expresa mucho mejor que el varón, sino que se quiere apuntar al proceso de emancipación socio-cultural protagonizado por las mujeres en la última mitad del siglo XX y que las convirtió en las pensadoras más robustas de la época.
Las cuatro filósofas mencionadas cumplen con creces los desiderata de una racionalidad esperanzada, esto es, atenta al sistema riguroso de las argumentaciones con pretensión de universalidad, consagrada a la construcción de una ética inédita y posible, embriagada muchas veces por la belleza o los entusiasmos de la existencia artística y de la poesía.
Las cuatro atravesaron la experiencia traumática del siglo donde confluyeron los fenómenos del exilio, la persecución y el aniquilamiento. Las cuatro conocieron y aceptaron con valentía otra de las Horcas Caudinas de la cultura contemporánea: el giro de la conversión filosófica o religiosa, consentida como necesidad íntima del espíritu. Pero Edith Stein fue quizás quien, de las cuatro, llegó más al fondo de esas dos experiencias: convertida al catolicismo por el itinerario filosófico de la fenomenología, sin abandonar la nueva religión se reconvirtió en plenitud a la vida del judaísmo cuando, al ser detenida por los nazis en el convento de las carmelitas en Echt, en Holanda, y deportada a Auschwitz el 7 de agosto de 1942, dijo a su hermana, compañera de su infortunio: "Vamos, hermana, vamos ya al encuentro de nuestro pueblo". Dos días más tarde, Edith era asesinada en las cámaras de gas en el Lager de Birkenau.
Por todo ello, para no olvidar la tragedia y la expectativa de un mundo verdaderamente humano con las cuales se han formado nuestras vidas en los comienzos del siglo XXI, se ha propuesto que el nombre de Edith Stein distinga a este Centro y que sus proyectos de indagación humanística se guíen por la regla que ella enunció, con modestia y coraje, el 12 de septiembre de 1932: "[.] me parece que precisamente el análisis fiel del dato real conduce a una supresión de la reducción trascendental y a un retorno a la actitud confiada de la aceptación del mundo".